Regresa Peñalosa a
Bogotá, de la mano de Uribe y Vargas Lleras, de la ultraderecha violenta
y enemiga de la paz. Regresa con neoliberalismo y con un Metro elevado que no
tiene estudios previos. Sigue la pesadilla.
Lo dicho.
Llegó Bolardo Peñalosa a la Alcaldía de Bogotá.
Lo que se sabía se va confirmando.
El gabinete tiene olor a uribismo de seguridad democrática reciclada.
Su programa de gobierno es pura pasta neoliberal ( http://bit.ly/1NRx72g ).
Es más relleno neoliberal fluido. Como el del Trasmilenio de la Caracas
y la Autopista Norte, comprobada estafa de los socios de Cemex y las grandes
corporaciones del negocio inmobiliario y el contratismo de las dobles calzadas
de cuarta generación, marca Vargas Lleras.
Lo que no se dijo en la campaña, llena de mentiras y dibujitos
distractores, se anuncia ahora con el mayor descaro. Vendrán las
privatizaciones de los bienes estratégicos del Distrito. De la Empresa de
Teléfonos y de la Empresa de Energía. Regresaran los piratas conocidos del
negocio con los bienes públicos entregados a precio de ganga.
No habrá Metro. Los estudios hechos se mandarán a la basura. Son 130 mil
millones de pesos perdidos.
En la lejanía aparece un Metro elevado y hecho dizque a la velocidad del
rayo. Sin estudios, por supuesto, Peñalosa empezó peor de lo esperado ( http://bit.ly/1Jm7JSJ ).
Peñalosa es una viga de la estupidez oligárquica
bogotana.
Habrá más Trasmilenio, con las características del que conocemos. Con
hacinamiento, en las peores condiciones y como negocio redondo de las mismas 12
familias que se han enriquecido hasta más no poder en los últimos lustros.
Con Peñalosa seguirá la pesadilla de millones de
bogotanos. La pesadilla que nos dejo el inepto de Petro.
Hay que proceder como los vendedores ambulantes que salieron a protestar
durante la posesión de Peñalosa ( http://bit.ly/1ODtVdo ). Salieron a
expresar su inconformidad con el neoliberalismo y las fórmulas de mercado de la
nueva tecnocracia que mandará en la Capital de Colombia.
El 25 de octubre en horas de la noche, Peñalosa y sus asesores, radiaban de
alegría. Igual semblante cubría el día 26 el rostro del vicepresidente Vargas
Lleras, así como el de varios ministros del gobierno nacional. No era para
menos: con el triunfo del candidato del cemento para la alcaldía de Bogotá, los
negocios y las ganancias hacían cosquillas en los bolsillos y las chequeras de
estos empresarios devenidos en políticos. Business, dicen quienes los formaron,
así como muchos de los que están detrás o junto a ellos, sin duda, todos
aquellos que integran ProBogotá, la fundación "sin ánimo
de lucro" constituida un año atrás por grandes firmas nacionales e
internacionales, para quienes era fundamental ganar –recuperar– las riendas
directas del gobierno capitalino (ver desdeabajo edición No. 216. Business es
lo que interesa, lo demás –el ambiente, la calidad de vida de los habitantes
más populares de la urbe bogotana, la extensión sin límites del territorio
capitalino–, que esperen.
24 horas después, tras un día lleno de
reuniones del recién elegido alcalde para el periodo 2016-2019 con funcionarios
del gobierno nacional, entre ellos con los ministros de transporte y vivienda,
el director de la Agencia Nacional de Infraestructura (Ani), y el
vicepresidente (las que recuerdan una vez más que para poder hacer marchar un
proyecto local de cambio –como pretendió Petro, o uno de continuidad como lo
hará Peñalosa– debe contarse con
el músculo nacional), reuniones extendidas a los empresarios de diferente matiz
proponentes de Alianzas Público Privadas (App), en las cuales les debieron
confirmar, sin duda alguna, que podrán contar con la alcaldía distrital para
llevar a cabo la multiplicación de sus capitales. Peñalosa explicaba así las obras
con las cuales él –y ellos– consideran que los habitantes de la capital del
país ganarán en movilidad y calidad de vida:
(haremos las) "[...] autopistas para
las entradas y salidas de Bogotá; la ampliación de la carrera 7 al norte; la
ampliación de la autopista norte; la gran vía Cota, 170 y desde aquí hasta la
carrera 7; autopista longitudinal de occidente (avenida Cundinamarca), que será
la vía de mayor tráfico en Colombia en los próximos cien años, una vía tan
ancha como la avenida El Dorado, que va desde la autopista norte, pasa por
Suba, va a Engativá, Fontibón, Kenedy, Bosa, Mosquera, Soacha; ampliación de la
calle 13 (entrada a Bogotá); prolongación de la avenida de las Américas al
occidente y luego, no sólo llegará a la Alo sino que saldrá de Bogotá e irá hacia
el occidente; autopista elevada que vaya desde Soacha hasta Bogotá; calle 63
–con la que sueño– una vía subterránea que va desde la Circunvalar, sale en la
NQS, sale en la 68, sale en la Boyacá, sale en la Ciudad de Cali, sale en la
Alo y sale de Bogotá por el costado norte del aeropuerto El Dorado [...].
Y ampliaba el ahora titulado por los
creadores de opinión como "uno de los personajes que más conoce sobre
ciudades en el mundo": "Estas son algunos de los proyectos que vamos
a destrabar [...] para que mejore la movilidad en la ciudad de Bogotá" ( Peñalosa entrevistado por Yamit
Amat, 26 de octubre, 9 pm).
Una disputa de modelos de
ciudad y de poderes. La puja se amplía
a otros ámbitos, como quedó claro días después cuando Peñalosa confirmó –luego
de reunirse con los mandos de la Policía– que con él todo el que infrinja las
normas deberá ser encarcelado, tomando distancia del alcalde que termina
funciones el 31 de diciembre de 2015, para quien el tema de los delitos menores
debe ser tratado con prevención y tratamiento extramural. La lógica reclamada
por Peñalosa, tras decenas de
años de implementación, tanto en Colombia como en otros países, no deja duda
sobre sus nefastas consecuencias y fracaso total.
Populismo punitivo, negocios a manos llenas,
persistencia tras un modelo de ciudad fracasado –el impuesto por la Ford desde
los años 20 del siglo XX– y llamado a ser superado en el menor tiempo posible
aquí como en todo el mundo, cobertura total para el nuevo gobierno en ciernes y
propaganda desbordada a su favor por cuenta de los grandes medios de
comunicación y sus conductores –los llamados creadores de opinión–, son parte
de los elementos que entran en el escenario nacional para favorecer, al mismo
tiempo, la campaña electoral del 2018 que desde ya encabeza, con todos los
recurso del Estado colocados a su favor, Germán Vargas Lleras, en la cual
enfrentará, entre otros posibles contrincantes, a Petro.
¿Servirá Bogotá para
catapultar al delfín llerista hacia la Casa de Nariño? O, ¿una vez medida por la
ciudadanía capitalina, y por extensión mediática, por el conjunto nacional, las
bondades de muchas de las propuestas, ejecutadas o no, por la administración
Petro, le darán su aval para que encabece un gobierno nacional? De ser así.
¿tendrá el exalcalde la capacidad autocrítica para superar los errores que
impidieron que de su mano bastos sectores sociales de Bogotá se transformaran
en pueblo movilizado, tomando en sus propias manos el destino de sus vidas?
Esperemos que el nuevo gobierno distrital,
que entrará en 2016 a la cabeza del yuppie (aunque no tan joven) de Peñalosa, no tire por tierra lo
bueno que han hecho las personas del equipo saliente. Los planteamientos de
este nuevo alcalde, que ya lo fue en el período 1997-2000 con su "Bogotá,
2.600 metros más cerca de las estrellas", no parecen ir por el camino de
la ciudadanía, lo público y la cultura.
Ya ha planteado la paralización de un metro
nunca iniciado y también ha avisado de la posible privatización de ETB (la
empresa distrital pública de comunicaciones). Malos indicios para la otra
Bogotá. Seguramente que se centrará en la que va de la calle 45 hacia el norte,
que promoverá la política del concreto (cemento), los bolardos y el carro
privado.
La obra para la construcción de la sede del
cine se adjudicará el próximo día veinticuatro, pero no se sabe si la
iniciativa llegará a buen fin y podrá llenar un espacio público que, en
palabras del alcalde, sufrió hace años una tragedia social al desplazar a sus
habitantes de entonces, entre ellos el escritor Jairo Aníbal Niño, por
intereses mercantiles.
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