Marta Rodríguez Cine Documental

   Marta Rodríguez fue la primera mujer colombiana en hacer cine documental. Su trabajo cinematográfico inició desde finales de la década de los 50, en tiempos de convulsión política y social, cuando el pueblo colombiano aún sufría la muerte del gran líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán, y se disputaban el poder liberales y conservadores y Rojas Pinilla surgía como una fuerza política. 

Marta Rodríguez - FUNDACIÓN CINE DOCUMENTAL

   Bogotana, nacida en 1933, es la productora de una obra audiovisual que posee un valor incalculable, pues como lo afirma Lisandro Duque, “el cine es para un país lo que el álbum fotográfico es a un conglomerado familiar”. En el caso de Marta, a través de sus ojos y el lente de su cámara, ha retratado más de cincuenta años de historia nacional. 
   Después de formarse en historia del arte, música y antropología, comenzó su ejercicio como realizadora, combinándolo con estudios de cine y sociología, alternados entre Francia y Colombia. 
   Se puede afirmar que todas las películas de Marta han sido plenamente impactadas por tres personajes claves para la historia y para su historia. El primero fue el cura Camilo Torres, con el que trabajó en el grupo de sociólogos que éste lideró. Allí se dieron a la tarea de conocer de cerca la realidad social del país, mediante el acercamiento y convivencia con distintas comunidades. 
   El segundo es el maestro del documental Jean Rouch, precursor del cinema verité, quien es su mayor influencia en la estética de su obra, con lo aprendido de él, combinó su amor por el cine y su carrera como antropóloga. 
Marta Rodriguez VIDEOS
   Y el tercero, sin duda, fue el fotógrafo Jorge Silva, su esposo e inseparable compañero hasta la muerte de éste en 1986. Silva recopiló un amplio archivo fotográfico que contiene una mirada única sobre el espacio arquitectónico de su época, de los problemas políticos y movimientos sociales, de la ciudad y del campo, que lo rodearon.
   Después de Jorge, Marta ha sido apoyada en la realización de todos sus audiovisuales por su hijo, Lucas Silva.
   De su obra filmográfica, Chircales fue su primer documental y es el más conocido, presentado en 1972. Este documento audiovisual de 42 minutos de duración, retrató cada aspecto de la vida de unos alfareros, hacedores de ladrillos, ubicados a las afueras de Bogotá. Según Paulo Paranaguá, autor del libro Cine documental en América Latina, este film se obtuvo tras cinco años de observación y convivencia con una familia de artesanos, “campesinos emigrados a la periferias bogotanas, sometidos a invertir hasta el último de sus alientos en la elaboración de ladrillos, bajo unas condiciones desmedidas de explotación y miseria que para ellos eran lógicas”.
   Después de Chircales, Marta Rodríguez consolidó el uso del cine como medio científico de transformación sociopolítica, caracterizado en la defensa y expresión de las luchas populares. Es por ello que en cada uno de los documentales de Marta se escuchan distintas voces, registradas para la actualidad y la posteridad. Estas voces por lo general son apartadas u olvidadas, pero son las que tejen y dan muestra de un hecho, una situación, una visión, de la mano de sus mismos protagonistas y convirtiéndose en testimonio fehaciente de una realidad, siempre “con una mirada poética hacia los pueblos olvidados”, como aseguran Paola Arboleda y Diana Osorio, en su libro La presencia de la mujer en el cine colombiano.
   Otros ejemplos han sido los documentales Campesinos (1976), en donde se narran las luchas por la defensa de la tierra, Planas: Testimonio de un etnocidio (1972), La Voz de los Sobrevivientes (1980), Nuestra Voz de Tierra Memoria y Futuro (1982), Memoria Viva (1992), Los hijos del trueno (1998), en donde los protagonistas son comunidades indígenas de todo el territorio nacional, víctimas de atropellos, exterminios, desplazamientos y hasta catástrofes, como el sucedido en la tragedia de la avalancha del río Páez, en junio de 1994, que produjo el éxodo de los indígenas de sus terrenos ancestrales. 
   En Nunca Más (2001), Una casa sola se vence (2004), Soraya, Amor no es olvido (2006), se muestra la situación vivida desde los años noventa por las comunidades afrocolombianas del Urabá chocoano y antioqueño, con mayor voz sobre las mujeres en medio del conflicto.
   A sus 78 años, Marta Rodríguez continúa haciendo cine, su última producción de 2011, se titula Testigos de un etnocidio, memorias de resistencia, que es el testimonio de la exterminación de los pueblos indígenas en Colombia durante los últimos 40 años, con el que desea mostrar la lucha de ellos por conservar su vida y su cultura por medio de la resistencia pacífica. Como afirma Paranaguá: “La denuncia es apenas el comienzo de un planteamiento que va mucho más lejos, al tener como fin radical que la realidad se exprese desde el interior de las circunstancias y de los fenómenos, buscando a la vez que el proceso de investigación y de realización sea un método de autorreconocimiento para sus protagonistas ”.
   Una situación que continúa
   Si es estremecedor ver en Chircales a unos niños trabajando y cargando ladrillos tal como lo haría un adulto, es más conmovedor saber que aún en nuestro país muchos niños son forzados a trabajar. 
   Si es aterrador ver en Chircales, cómo se atropella a una familia trabajadora y se le explota laboralmente sin tenerles el más mínimo de consideración, es más lamentable que todavía cientos de colombianos continúen trabajando en malas condiciones laborales, con extensivos horarios de trabajo, incumplimiento de sus prestaciones sociales, e irrespeto hacia ellos como seres humanos, situación que es totalmente invisibilizada, como las ya denunciadas por Marta.



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