Rabo de paja frente a la Candela |
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Como van a convocar una marcha anticorrupción, si lo que arde es candela en llama viva y estos señores lo que tienen es un largo rabo de paja que no aguanta una leve chispa. Si somos sensatos no acudiríamos a este llamado, no porque estemos de acuerdo con la corrupción, porque ningún colombiano creo que lo cohoneste, sino porque no tiene, ni presentación ni lógica ni coherencia, que dos personas que son símbolo de la corrupción ahora quieran ser las que enarbolen las banderas de la anticorrupción. Que Dios los Perdone. Por Carlos Guillermo Ramírez |
Es innegable que
flagelos como el narcotráfico, el conflicto interno, la exclusión social y hoy
la corrupción hayan sido los principales azotes de este país durante décadas.
Pero como somos una sociedad temática y novelera que nos dejamos arrastrar por
todo y porque vivimos al vaivén de los acontecimientos, ha hecho que por esta
época pongamos de boga el tema de la corrupción, como si fuese algo nuevo y
como si fuéramos un país habitado por ciudadanos inocentes, cuando en realidad
la corrupción es tan antigua como el mismo Estado colombiano, o cómo se explica
que en el año 1824 en plena evolución de la Gran Colombia, Simón Bolívar
hubiese decretado la pena de muerte para los corruptos y los dilapidadores del
erario público.
Pero además de ello, la
corrupción está también ligada a la precariedad de las reglas democráticas de
este país a la ilegitimidad de las instituciones que conforman el aparato
estatal, a la supremacía de los intereses particulares sobre el interés general
y como problema de base, a la degradación de los valores de los cuidadnos y la
mutación de los principios deontológicos de los profesionales, que hacen que
esta penosa enfermedad se vuelva incurable.
A decir verdad, el
sistema político con el que se gobierna y se administra este país, parece que
hubiese sido hecho por un sastre de alta costura, porque está diseñado a la
medida para funcionar en un ambiente de corrupción; por eso cualquier acción o
decisión que se tome al respecto, sino trata el tema de fondo y con medidas
asertivas resultaría ser un placebo ante una enfermedad terminal o un paño de
agua tibia ante una severa infección. De tal manera, que la corrupción no se
mitiga ni se combate con protestas, ni con marchas, menos como la convocada
para este primero de abril, por los señores Álvaro Uribe y Alejandro Ordoñez,
quienes no tienen la autoridad moral para hacer este tipo de convocatoria; dos
burócratas que en sus vidas públicas, han acudido a prácticas de corrupción y
clientelismo.
El primero, tiene en su
haber, el desfalco de agro ingreso seguro, las famosas chuzadas del Das, la
complicidad de los falsos positivos y varios de sus funcionarios privados de la
libertad; esto sin contar que se hizo reelegir presidente, mediante la compra
de congresistas, con embajadas, puestos y contratos para que se reformara la
Constitución y se le diera paso a su aspiración o ¿quién no recuerda la yidis
política? Mientras que el señor Ordoñez, fue separado del cargo de Procurador,
por el Consejo de Estado, porque se demostró en juicio que su reelección estuvo
viciada, es decir, fue corrupta, ya que nombró en la Procuraduría a familiares
de magistrados que intervinieron en su designación, utilizó su investidura para
sancionar a sus contradictores políticos y ferió los cargos del Ministerio
Público a sus paisanos santandereanos, amigos religiosos y políticos cercanos,
mediante un amañado concurso sobre el cual ya pesan medidas provisionales de
suspensión por lo abultado de la irregularidad, o acaso eso no es corrupción?
Como ahora Uribe y
Ordoñez van a convocar una marcha anticorrupción, si lo que arde es candela en
llama viva y estos señores lo que tienen es un largo rabo de paja que no
aguanta una leve chispa. Si somos sensatos no acudiríamos a este llamado, no
porque estemos de acuerdo con la corrupción, porque ningún colombiano creo que
lo cohoneste, sino porque no tiene, ni presentación ni lógica ni coherencia,
que dos personas que son símbolo de la corrupción ahora quieran ser las que
enarbolen las banderas de la anticorrupción.
Que Dios los Perdone.
Por Carlos Guillermo
Ramírez
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