Pensé que por lo menos en eso había consenso, pensé. Supuse que para
algo tan operativo como recoger firmas para tumbarlo lo obvio era que todas las
fuerzas, personalidades e iniciativas que quisieran sumarse a la causa
entenderían que en términos pragmáticos y de efectividad política un solo
comité era el camino. Me equivoqué, así estamos. Lo bueno es que se le madrugo
a la revocatoria.
Cuando me puse a preguntar por ahí las razones para que existieran tres
comités y no uno como debe ser, imaginándome como leí en redes sociales a
Peñalosa riéndose en el Palacio del Liévano ante este mal chiste, me encontré
con que el tercer comité es de gente desconocida para los otros dos comités
(seguramente una maniobra peñalosista para dividir más lo ya dividido). Un segundo
comité recoge a las tradicionales y/o típicas fuerzas de izquierda,
progresistas, democráticas, etc., de la ciudad (en otras palabras las fuerzas
que perdimos la alcaldía), incluyendo a lastres tóxicos (en mi opinión
personal) como el MOIR. Todo con tal de mostrar una imagen de unidad, aunque
sea solo eso, imagen.
No me cansaré de repetir esta frase de cajón: lo importante es la unidad
de acción, no de siglas y banderas.
El último comité es de la gente que ha estado moviendo la iniciativa en
redes sociales prácticamente desde antes de la elección de Peñalosa y que por
esa vía tienen un interesante motor de difusión de todo lo referente con el
tema, por lo menos para esa clase media empobrecida-hipster-geek de Bogotá. No
olvidemos la gran convocatoria que tuvo “la estampida”.
La verdad todavía es temprano para saber si los anteriores tres párrafos
son lo malo o lo feo de la revocatoria, eso lo dirá si lo revocamos o no.
Como era fácil de prever, y al mismo tiempo uno no entiende como no lo
vieron quienes le están poniendo la cara a esto, los medios corporativos de
comunicación hicieron un festín de publireportajes pro-Peñalosa de esta
evidente división. Digan lo que digan, a pesar de las excusas propias o
extrañas, es claro que las razones son las de siempre, las ambiciones
personales y/o organizativas de lado y lado se pusieron primero que la ciudad y
de paso comenzaron mal algo que puede cerrar el 2017 como victoria, que en esa
lógica reclamarán como propia (en términos personales u organizativos) o como
una tragedia anunciada que denunciarán como siempre como lo inevitable de un
sistema sin garantías, antidemocrático godo y protofascista.
Todavía hay tiempo de que en estas dos semanas que tiene la
Registraduria para entregar los formularios, los dos comités que harán lo mismo
se sienten y se unifiquen. No tiene ningún sentido que hagan esta tarea
separados. Uno dirá que tiene el músculo organizativo (financiero sobre todo ¿o
para qué sirven los sindicatos?) para recoger las firmas y que pueden hacerlo sin
el otro. El otro reclamará tener la astucia de empezar primero, tener las redes
a su favor, recoger a esa gente desencantada de la politiquería tradicional de
izquierda o derecha. Ninguno tiene argumentos suficientes para competir con el
otro, alguno de los dos tendrá que dar un paso al lado y recoger las firmas con
los formularios del otro, por amor a Bogotá, y dejar el “amor” propio a un
lado.
Por Shameel Thahir Silva. Politólogo y Magister en Estudios
Políticos Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor
universitario. Ciclista urbano. Militante del Colectivo Zoolodistri, la Unidad
de Procesos Populares de Bogotá y el Movimiento Político Marcha Patriótica.
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